Sería mejor que no nos dominase, pero a veces es bastante difícil. Bóreas se apodera a la velocidad del viento de mi ser, calificado de "dogal", y entonces dispara.
Mi naturaleza es bastante agitada, bastante desbocada, casi libertina y muy irascible. Muy a mi pesar así es y, aunque me gustaría, no lo puedo negar. No obstante esto ha de tranquilizarse. Me grito constantemente "soooo" para después respirar. Y beber de la maternidad de la montaña. Eso que no falte. Pero no es suficiente porque el que no voy a volver a nombrar sopla más fuerte. Y es un viento gélido, que hiela las entrañas, un viento insoportable al que una se rinde hipnotizada. ¡No le queda otra! ¿Quién puede luchar contra el hijo de un titán y una diosa titánide de la aurora que sale de su hogar al borde del océano que rodea al mundo para anunciar a su hermano Helios, el Sol? Quizás sólo pueda Selene, la luna, pero, en cualquier caso, yo no soy Selene. Sólo soy una de sus estudiosas. Sólo soy alguien sin el suficiente arrojo (no quiero chistes) para enfrentarme a su sobrino. Para decirle, "¡eh! Puede que tu hermano Céfiro aún no esté aquí. Puede que a Céfiro aún le quede mucho para soplar. Puede que a mí Céfiro no vaya a llevarme hasta la cueva del hijo de Afrodita. ¡Puede que Céfiro se haya olvidado de mí! Pero aún así no me voy a rendir a tí. Tú, Bóreas, no vas a dirigir con tus soplidos mi vida". Tampoco tengo la valía para no encolerizar una vez que éste me posee, para resistirme a él aunque esté dentro de mí. Simplemente me limito a resignarme y a enfurecer, a exasperarme, a irritarme. Me limito a portar a Bóreas por el mundo haciendo realidad sus deseos de destrucción, sobre todo, en mí misma. Porque yo noto como Bóreas me destruye. Lo noto. Veo como todo se va derrumbando poquito, como todo lo que antes era 10 ahora es 0 y a la inversa. Como lo que antes estaba horizontal ahora está vertical, como lo que antes era blanco ahora es negro. Y, lo peor, como lo que antes no importaba ahora adquiere una resonancia sublime. Pero Bóreas el devorador, que tenía serpientes en lugar de pies, sigue mandando. Sigue indicando qué hacer. ¡Y lo peor es que yo le obedezco! Yo hago justo lo que Bóreas me dice: alunarme, porfiar, entablar batalla cada vez que tengo ocasión... y claro, todo ello mientras caigo en la aflicción, mientras me envuelve la congoja por no querer actuar así pero sin embargo estar haciéndolo. Y, ante esto, ¿qué hacer? Bóreas te posee, expulsarlo es muy difícil, expulsarlo sólo lo puede expulsar Céfiro. Pero Céfiro no está. Está muy lejos.
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