¿No queman a veces las cosas? Quemar, del verbo quemar, verbo que destroza cualquier cosa que se ponga en su camino. Cuando algo quema no se piensa, no se siente, porque el asunto que ahora nos ocupa es corporal. La quemadura empieza con un simple tono más intenso al anterior, poco a poco ese nuevo tono se oscurece, vuelve las superficies opacas: bloquea. Bloquear es otro verbo que va unido a quemar. Después de la quemadura va el bloqueo y, después del bloqueo, nada. Es la última situación. No obstante antes hay todo un camino. El camino que recorre la quemadura. Es un camino muy personal. Nadie lo conoce, sólo quien se está quemando. Desde fuera se ve, pero no se entiende, nunca llega a comprenderse totalmente, y hay un montón de público inútil que ha utilizado el programa para rascarse la espalda que se permite opinar. Se permite, incluso, sentirse poseedor de la verdad. Imbéciles, del latín baculus (que necesita un bastón para moverse). Eso es lo único que son. Aunque puede que lo que se está quemando sea también imbécil, pues necesita ese bastón. El problema es que no lo encuentra y, a veces, aún siendo así, no lo acepta, no coge el bastón, prefiere seguir andando él solo, cojo, sin un brazo al que agarrarse o un bastón con el que guiarse. Cree que llegará un momento en el que, por arte de magia, podrá andar sin ayuda, o el fuego se extinguirá. Pero ¿es eso posible? Me apetece escribir que no. Me apetece padecer de verborrea y decir que las cosas son como son y hay veces que hay que aceptarlas, luchar hasta el final, pero entender que no siempre se gana, que hay veces que hay que resignarse y saber perder. Pero no puedo hacerlo. No sería ético; yo no actúo así. Cuando hablo de "actuar" no me refiero a cualquier paso, cualquier situación. No sé si hago las cosas bien o mal puesto que en la vida es imposible someter todas las ideas a ensayo; sólo puede actuarse una vez, porque esto no es como un ordenador en el que hay una tecla que borra. Lo hecho, hecho queda, y sólo hay una oportunidad. Quizás luego se presenten más trenes, pero lo que se hace en un determinado momento y lo que no se hace ya está acabado. No hay vuelta atrás. Por eso no podemos estar seguros de "actuar" correctamente. No obstante, en este punto prefiero regirme por la filosofía de Descartes: firme incluso en la duda. Hay que seguir viviendo, y para vivir hay que decidir, y, aunque dude, procuro ser firme. Cuando hablo de actuar me refiero a lo que de verdad importa, a lo que tiene sentido, a lo que es importante. Ahí sí hay que actuar.
¿Pensar o dejarse llevar? Me he dejado llevar toda mi vida, y, muy bien, no es que me haya ido, por lo que decidí pensar. Pero pensando tampoco parece que funcione mucho el asunto. Da la sensación de que llega ese momento al que antes me he referido, el momento de la renuncia, de la retirada. Pero no soy capaz. No puedo creer que para algo que de verdad importa, para algo que llega que de verdad tiene sentido en esta falacia en la que vivo tenga que renunciar a ello. Me niego. El problema es que ya quema mucho. Mucho, mucho, mucho. ¿Esperar a quemarse o esperar a que desaparezca el fuego?
No hay comentarios:
Publicar un comentario