El autoengaño, a fin de cuentas, no es más que supervivencia. El bagaje emocional de creencias irracionales en el que nos sumimos es, simple y llanamente, la más primitiva de las formas para seguir caminando, aunque sólo sea un día más.
Comprender esto ya es mucho, te hace fuerte, y hay que ser fuerte, no hay otra manera de sobrevivir. Nunca me había sentido tan cercana a Sansón y tan lejos del Moro. Nunca. Igual con el Idealista, pero a éste no lo abandono (ni creo que pueda hacerlo nunca), lo que pasa es que parece que Sansón también tenía un poco de razón y, como él decía, no lo entiendes hasta que lo experimentas.
Los sentidos nos rodean, en realidad, es lo único que tenemos, porque, al fin y al cabo, la razón la siento pero no la experimento. Salve ella, pero no es la única.
Recuerdo cuando, hace un par de años, sufría por haber abandonado el sofos para acogerme a la lex y, ahora comprendo, que era pensando así como en realidad abjuraba de mi amado sofos, porque éste está unido absolutamente a todo. ¡No va a ser menos la lex! Me rodea constantemente, me abraza, me acaricia, hasta en sus partes más ortodoxas, hasta en esas partes en las que de pronto salta una lucecita en la cabeza y una exclama "¡Sofos! ¿Qué haces tú aquí?". Lo inunda todo y lo llena, porque un mundo sin sofos no tendría sentido; un sofos, por supuesto, reflexionado, relativo a la vez que absoluto, impetuoso, fuerte, devastador lleno de una energía tan arrolladora y tan pura que, sin darnos cuenta, nos atrapa, nos llena.
Lisias y Demóstenes fueron los mejores (pero no voy a decir que "es algo que está probado" porque esa muletilla aparece con la misma facilidad que en los Estatutos de Autonomía desaparece la de "sin perjuicio del Estado"). El último era un huérfano griego cuyos tutores dilapidaron su herencia. Con la composición de un discurso judicial los quitó de en medio. Y Lisias, que era meteco (ciudadano no griego) dedicó toda su vida a la oratoria, a la arenga pura y dura, a pesar de que no podía exponer sus raciocinios ante la Asamblea por ser lo que era (o por no ser lo que no era). ¿A caso no se sentía esta gente desamparada por parte del sofos? Apuesto a que sí... ¡y mucho! pero, y lo que me gustaría no olvidar nunca, lo que me gustaría que no saliese de mí en la vida: su producción era el sofos, una de las cuatro virtudes cardinales, el Chockhmah, la Septuaginta, la Sapientia como decía una grandísima mujer que, a la vez que pronunciaba esa palabra haciendo mucho hincapié en la "e" hacía un gesto encantador con la mano derecha.
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