Otro de esos momentos en los que tendría que estar estudiando. Otro más. Cada día son más. Repetitivos, pesados, abrumantes, axfisiantes... pero fríos. Como el dolor de cabeza, como la ceniza que se cae por el pecho, como el humo que te nubla la vista... como el asqueroso, a la par que delicioso, café frío.
Una literata, como ella. O una literata ella, como yo. Un proyecto de elocuencia, un proyecto de peregrinación hacia Calíope. Un esbozo hacia la máxima capacidad literaria, un esbozo hacia el interior. Una ruta hacia el amor al lenguaje, una ruta hacia el verbo. Una batalla contra el espacio de sonido vacío, una batalla en la que las gotas de mar son mis aliadas (aunque no son suficientes). El trayecto de quien se aferra para no desaparecer... la frustrada andadura de quien ha sido vencida. En todos los sentidos en los que se puede vencer a alguien. En todos los sentidos en los que se puede salvar a alguien. En todos los sentidos en los que se puede destrozar un alma con el ambrósico veneno que la alimenta...
La iluminación espectral de la luna sólo hace que la podredumbre líquida se vuelva más espesa, consistente. La luna es para enamorados y, al igual que todo lo que es para enamorados, es cruel. Da forma a lo que no la tiene, moldea el espectro, sin embargo, no hace que deje de ser algo platónico, no lo consuma, no lo saca del pensamiento, de la imaginación. La luna es como una broma macabra. La luna alivia la sed con veneno, con la Cicuta del que no sabía nada y supo más que nadie. Supo más de lo que yo sabré nunca, al menos.
Que simple es lo difícil. La condición está siempre presente. Sin condición ya no se hace nada. Ya nada es incondicional, el "pase lo que pase" se ha ido. Igual que a eso de las 3 de la mañana se iban las luces de la pequeña polis escalonada.
La palabra "polis" siempre me ha sugerido el color blanco. Ahora comprendo que no andaba tan allá...
Que simple es lo difícil.
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